Inicialmente las mujeres no
utilizaban ningún artículo para la retención de efluvios; luego comenzaron a
utilizar compresas, almohadillas tejidas, delantales menstruales o tiras de
ropa vieja dobladas de manera que pudieran ser reutilizables luego de lavarlas.
Las primeras toallas femeninas
desechables surgieron gracias a enfermeras que confeccionaban vendas con pulpa
de madera para atrapar y comprimir la sangre en las heridas de las víctimas en
batalla; esta idea fue patentada y comercializada por una empresa.
A pesar de estar registrada como
toalla femenina desechable, el producto tardo varios años en ser bien visto por
las mujeres, ya que para la época existía un tabú sobre el tema; una vez el
producto fue conocido y probado por las mujeres se convirtió en una prenda
íntima básica y mundialmente utilizada.
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